martes, 2 de junio de 2015

viernes, 10 de febrero de 2012

Amor de memoria

Votos de Amor  (The Vow, Sucsy, 2012)
Si hiciéramos una clasificación de heroínas románticas, podríamos decir que existen de varios tipos: chistosas (Emma Stone), hombrunas (Sandra Bullock), bobas (Anna Faris), sexys (Jennifer Aniston), e inteligentes. Rachel McAdams pertenece sin duda, a esta última categoría.
Y es que esta actriz siempre aporta gracia y estilo a su actuación: desde la idealista  Allie en Diario de una pasión (Cassavetes, 2004), hasta la energética Becky en Un despertar glorioso (Michell, 2010), McAdams es muchas veces, razón suficiente para ver este tipo de películas.
Ahora la actriz regresa con Votos de amor. Veamos qué tan fuerte está su carisma actoral.
Paige (McAdams) y Leo (Channing Tatum) son una enamorada pareja de recién casados a quienes la vida les pinta color de rosa. Sin embargo, ocurre lo impensable: tienen un accidente automovilístico y Paige queda en coma.
Afortunadamente, Paige se recupera del coma; pero por desgracia, ha perdido la memoria. Aunque no toda: únicamente la referente a su romance y matrimonio con Leo. Pequeño detalle.
Así que el joven tiene que dedicarse a tratar de reconquistar a su esposa, para la que no sólo es un perfecto desconocido, sino un mal partido… tal como le hacen ver a Paige sus adinerados padres, Rita y Bill Thornton (Jessica Lange y Sam Neill).
Este filme es el debut en cine del director Michael Sucsy, cuyo ácido retrato sobre las parientes Bouvier de Jackie Kennedy, la película para la televisión Grey Gardens  (2009), ganó una serie de premios, entre otros un Globo de Oro.
Lo interesante de Votos de amor, es que si bien Sucsy deja de lado el aspecto ácido, tampoco cae en la tentación de crear una película totalmente sosa y azucarada.
Cierto que el guión flirtea con muchos lugares comunes… y que suena imposible -¿y conveniente?- que alguien pierda la memoria justo en torno a su matrimonio; pero el filme no deja hacer una pregunta interesante: si súbitamente no reconociéramos a nuestra pareja, ¿nos volveríamos a enamorar de ella?
Las actuaciones en general, son buenas. Lange y Neill aportan experiencia y solidez al reparto, McAdams conquista con su actuación doble, y es quizás Tatum el eslabón más débil, interpretando con demasiado énfasis, al tipo fuerte y callado.
Con todo, Votos de amor es una cinta romántica que se sale algo de los parámetros usuales en este género. Y que confirma que la presencia de McAdams, siempre es agradable.
Dos estrellas y media

jueves, 29 de diciembre de 2011

Top ten 2011

He aquí mi lista de lo que más me gustó en el 2011 en el cine:

1. The Tree of Life (Malick)
2. Beginners (Mills)
3. Melancholia (Von Trier)
4. We need to talk about Kevin (Ramsay)
5. Take Shelter (Nichols)
6. The Descendants (Payne)
7. Drive (Winding Refn)
8. Bright Star (Campion)/ Moneyball (Miller)
9. Of God and Men (Beauvois)
10. Senna (Kapadia)

Menciones para: Medianoche en París, Harry Potter and the Deathly Hallows part 2, Cave of Forgotten Dreams, La Piel que Habito, War Horse, Win Win, Miss Bala y Operación Regalo.

Esta lista difiere en el top 5 de lo que publiqué en el Reforma puesto que se me pedía que fueran películas que ya hubieran sido exhibidas en Mexico; The Descendants, Drive y Melancholia se exhibirán hasta el próximo año (God willing).

viernes, 23 de diciembre de 2011

De mucha tradición

Las aventuras deTintín (Spielberg, 2011)

Películas de aventuras- género cinematográfico en el que un héroe o heroína enfrenta constantes peligros; siempre involucra algún tipo de persecución por parte de un villano; tienen lugar en parajes exóticos; el uso de tecnología es limitado o nulo. Totalmente retro.

Así es: el género de aventuras está pasadón de moda. Y es que lo de hoy no son las cintas de aventuras, sino las de acción… de esas que incluyen modernísimos coches, rayos láser, pero sobre todo, montones de sofisticados gadgets.

Tocaba pues, a Steven Spielberg –conocido aficionado a los filmes de aventuras y a todo lo vintage en general- el hacer la adaptación cinematográfica del  libro que compone una de las series literarias infantiles más entrañables del siglo XX: Las aventuras de Tintín, el Secreto del Unicornio.

La película inicia de manera muy similar a como lo hace el libro: un día en un mercado de pulgas, Tintín compra un barco miniatura; inmediatamente, un par de hombres desconocidos le ofrecen comprar el barco a un precio mucho mayor, haciendo sospechar al héroe. Está en lo correcto, puesto que esa misma tarde, su barco es robado y su departamento saqueado.

Pronto se dará cuenta Tintín que el barco esconde una leyenda de siglos: una que involucra a una familia de apellido Haddock, a un pirata llamado Red Rackham y a un oscuro personaje barbado de nombre Sakharine. La aventura ha comenzado.

Es irónico que tratándose de una historieta clásica, lo primero que llame la atención sean los adelantos tecnológicos de la cinta, que está filmada en “motion captured animation”. Esta técnica “traslada” a los actores de carne y hueso a la computadora, dando como resultado personajes animados tridimensionales sumamente vívidos y realistas.

En este mismo tenor, sobresale también el trabajo de edición, que intercala múltiples secuencias de acción con gran virtuosismo.

Ahora bien; ya sabíamos que la parte técnica sería apantallante, pero y… ¿lo demás?

Los puristas pueden estar satisfechos: Spielberg se mantiene básicamente fiel a la historia de Tintín, la que adereza con una buena cantidad de comedia física y momentos cómicos a cargo del Capitán Haddock y del perrito Milú.

No obstante, este apego al original tiene sus bemoles: trasladado a la pantalla, la trama resulta demasiado compleja para los más pequeños, y de un ritmo y vertiginosidad tan implacables que nos impide engancharnos afectivamente con los personajes.

Sin duda la impecabilidad visual del filme resulta en un homenaje digno de Tintín. Pero no sólo de la belleza vive el retro… sino también de la nostalgia  y anhelo que logre despertar en los espectadores.

Calificación: dos estrellas y media

viernes, 25 de marzo de 2011

Romance en miniatura


Gnomeo y Julieta (Gnomeo and Juliet, Asbury, 2011)


Cualquiera que haya leído la versión original de La Cenicienta, sabe que parece más cuento de terror que de hadas. Entre otras lindezas, unas palomas vengadoras le pican un ojo a cada hermanastra como justa retribución a su maldad. Ahora imagínenlo en el cine… les apuesto a que no sería clasificación A.


Es por eso que, uno de los grandes aciertos de la casa Disney, ha sido transformar esas historias clásicas en versiones cinematográficas aptas para niños; después de todo,  las narraciones originales de los siglos 18 y 19 buscaban moralizar más que encantar a los pequeños: el factor miedo era clave.


Los creadores de Gnomeo y Julieta seguramente se vieron ante una situación similar…  ¿cómo adaptar la tragedia de amor más famosa que se ha escrito, a una cinta infantil animada? Fácil: utilizando unos simpáticos gnomos de jardín… y buenas dosis de encanto.


Así pues, nos encontramos en la Inglaterra del siglo XXI. La señora Capuleto y el señor Montesco son vecinos… y enemigos acérrimos. Como buenos ingleses, le dan mucha importancia al mantenimiento de su jardín, el cual está decorado con unas pintorescas figuras, muy socorridas en los patios de ese país: los gnomos de cerámica.


Como consecuencia natural de la enemistad entre sus amos, estos gnomos (que cobran vida cuando nadie los está mirando) también son rivales; los Capuleto usan gorritos rojos y los Montesco, azules. La vida  entre ambos bandos transcurre con una tranquila falta de cordialidad –y ocasionales carreras de podadoras de pasto- hasta que Gnomeo azul (voz de James McAvoy), conoce a Julieta roja (voz de Emily Blunt)… y el romance prohibido comienza.


No obstante que el tema es harto conocido –por lo menos por los adultos- la historia no es para nada aburrida: por una parte, la precariedad de los muñequitos  de cerámica, que en cualquier momento pueden romperse, le da gran emoción  a las escenas de acción;  por otra, tanto los gnomos,  como los personajes con los que comparten los jardines donde se desarrolla la historia -ranas, hongos y hasta un flamingo de plástico-son verdaderamente graciosos y le dan buen soporte a los protagonistas.


Igualmente divertidos son los diálogos, que intercalan cultura popular con una que otra frase de Shakespeare en voz de un impresionante elenco, compuesto por Michael Caine, Maggie Smith y Ozzy Osbourne (quien personifica, créanlo o no, a un venadito) entre otros. La pegajosa banda sonora de Elton John le da mucha buena vibra al filme.


En suma, Gnomeo y Julieta es una cinta animada que, sin ser particularmente profunda o memorable, sí resulta tierna y entretenida para chicos y grandes…  lo cual no es ninguna tragedia.

sábado, 19 de marzo de 2011

Amor en tiempos de canas

Tu última oportunidad (Last chance, Harvey, 2008)

Harvey (Dustin Hoffman) no la tiene fácil: su jefe quiere sustituirlo por alguien más joven, su hija prefiere que su padrastro la lleve al altar, su vida como compositor de jingles para comerciales en White Plains, Nueva York, es bastante insignificante.

Kate (Emma Thompson) tampoco está en su mejor momento: su madre le llama cada 5 minutos, preocupada por la perpetua  soltería de su hija y por el vecino polaco, de quien sospecha es serial killer; sus prospectos románticos se reducen a blind dates forzados con hombres más jóvenes que ella (quien ya anda a mitad  de las cuatro décadas); su empleo como recepcionista de una aerolínea en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, no ofrece ningún reto o inspiración. Sólo su clase de literatura  -sus tibias aspiraciones a novelista- resulta un aliento en su monótona existencia.

Por azares del destino  -pese a varios roces previos- los dos corazones solitarios finalmente se encuentran, se enamoran y… boy meets girl, boy loses girl, boy wins girl back. Con lo que  la película podría parecer un cliché más, ¿no es cierto? Pues no.

Lo que salva a esta comedia romántica sobre adultos de mediana edad, es el carisma de sus intérpretes, quienes dan vida de manera conmovedora a sus personajes.  Thompson está particularmente estupenda en su papel de compungida solterona londinense que debe lidiar con los caprichos y miedos de su madre solitaria. Pero Hoffman también resulta encantador como el semi-perdedor Harvey Shine (quien no hace honor a su apellido), alguien a quien la vida lo tomó por sorpresa demasiado tarde.

No se trata de un drama profundo o intenso lleno de vuelcas de tuerca oscuras e impredecibles… su capacidad para conmovernos está en el simple realismo de su premisa: existencias mediocres  que  se han alejado  de sus verdaderos sueños -consecuencia del desgaste natural de la vida misma.

Los protagonistas se encuentran convertidos en compositores, no de grandes piezas musicales, sino de jingles para desmanchadores de ropa; no en escritoras famosas, sino en empleados de una aerolínea. Pero, PERO, incluso para estos patéticos personajes, existe una oportunidad –la del título- para el amor. Cursi, sí. Efectivo, también.

Al sabor agridulce del filme contribuyen varios momentos muy cómicos,  como cuando Harvey descubre que dejaron pegado el dispositivo antirrobo de la tienda en la manga de su saco o su connato de infarto, que resulta hilarante.

Lo cierto es que –seguramente para horror de algunos finos y encumbrados espíritus- el diálogo melosón y las miradas tímidas que intercambian los personajes, terminan seduciéndonos. Con lo cual finalmente nos relajamos y disfrutamos de la película, las actuaciones, los paisajes londinenses y ¿por qué no? de la promesa del amor.

Obsesión dolorosa

Asesino Íntimo (Tenderness, Polsen, 2008)

El detective retirado Cristofuoro (Rusell Crowe, desaliñado y sin ilusiones) asegura que en la vida existen dos tipos de personas: los que tratan de evadir el dolor y los que en él se envuelven, como moscas en la miel. Reflexión que resulta un perfecto preámbulo a una película que nos muestra tres vidas enlazadas por el sufrimiento, aunque experimentado de distintas maneras.

Lori (una inicialmente convincente Sophie Traub) es una quinceañera de clase baja, white trash de un pequeño pueblo en el Noreste de Estados Unidos. Empujada por una dinámica familiar patética, Lori utiliza su sexualidad para obtener pequeños favores, desde discos de música compacta hasta “aventones” en auto. Pero tras la indiferencia de la chica se esconde la esperanza, el sueño romántico de adolescente: Lori está esperando a su príncipe azul, uno que conoció hace varios años…  y quien está preso por asesinato.

El príncipe en cuestión es Eric Poole (un débil Jon Foster). Encarcelado en su adolescencia por haber cometido un terrible crimen, fue declarado incompetente por exceso de medicación; ahora, a sus veinte y pocos, será puesto en libertad. Salta la duda ante la gravedad, lo perverso del crimen cometido: ¿de verdad el muchacho es ya inofensivo?  Para Cristofuoro, el joven es un psicópata, que volverá a matar en cuanto tenga oportunidad. Para nosotros los espectadores, la cara aniñada de Eric  hace casi imposible pensar en que es un criminal. O a lo mejor, a esta impresión contribuye la anémica actuación de Foster, quien no termina de explotar la complejidad del papel.

El filme es una mezcolanza de thriller/drama/road movie: Lori, desesperada por ser amada; Eric, confundido, buscando encajar tardíamente en una juventud “normal”; Cristofuoro, quien vive su propia tragedia personal, obsesionado con la culpabilidad del joven. Si bien el director del filme, Polsen, trata de señalar las interminables contradicciones de los seres humanos -lo frágil, lo oscuro y lo inexplicable de nuestra psique- es justamente el aspecto psicológico de los personajes lo que queda incompleto en esta adaptación de la novela de  Robert Cormier. Y nos deja con muchas interrogantes, que hacen aún más incomprensibles sus conductas.

En un entorno gris, sórdido y pesado, se vislumbran algunos destellos de esperanza –la tía compasiva, la dedicación del detective a su esposa- pero esta benevolencia no hará más digerible la película para los espíritus optimistas. Muestra de ello es el veredicto escuchado a la salida del máximo oráculo cinematográfico, la sala del cine: “Qué película tan rara”.