Buenas noticias, papás y mamás: no podrán cancelar el viaje a Disneylandia... pero por lo pronto, pueden llevar a sus niños a ver Sammy en el Pasaje Secreto.
Y es que el espectacular uso del 3D de esta cinta animada –los personajes y cosas verdaderamente saltan de la pantalla- logra una experiencia sensorial muy parecida a la que se tiene en algunos juegos de esos parques de diversiones.
Este gozo visual llega a opacar ocasionalmente la historia de Sammy, una pequeña tortuga que va recorriendo los mares a través de las décadas, en un viaje cronológico que hace recordar un poco a Forrest Gump (Zemeckis, 1994).
La tortuga desafía los múltiples peligros que conlleva la vida anfibia, hace amigos y conoce a la chica-tortuga de sus sueños, Shelly (voz de Tatiana); pero sobre todo, se da cuenta del abuso que del planeta hacen los humanos, quienes no paran de contaminar y destruir los océanos.
La referencia obligada para una película animada en ambiente marino es Buscando a Nemo (Stanton, 2003). Sin embargo, fuera del lucimiento visual que el océano proporciona –brillantes peces de colores, corales y otros- en la cinta del belga Ben Stassen no existe la profundidad de la historia ni el desarrollo de personajes tan estupendo que hace Pixar… razones de peso para que los adultos acudan gustosos.
Pero para los pequeños, la ausencia de estas características no será de mayor importancia: el filme tiene buen ritmo y abundantes dosis de emoción. No faltan las escenas de persecución por criaturas acuáticas malévolas, ni los personajes extravagantes (el gato francés Micifuz es de lo más memorable) además de la historia de amor.
Otros puntos positivos es una banda sonora muy actual, las clases de geografía con todo y mapa que muestra el recorrido del protagonista por todo el mundo, así como la ya mencionada reflexión ecológica. Con la cantidad de películas infantiles insulsas que abundan hoy en día, Sammy en el Pasaje Secreto es una buena opción de entretenimiento… sin necesidad de salir de México.
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