sábado, 19 de marzo de 2011

Obsesión dolorosa

Asesino Íntimo (Tenderness, Polsen, 2008)

El detective retirado Cristofuoro (Rusell Crowe, desaliñado y sin ilusiones) asegura que en la vida existen dos tipos de personas: los que tratan de evadir el dolor y los que en él se envuelven, como moscas en la miel. Reflexión que resulta un perfecto preámbulo a una película que nos muestra tres vidas enlazadas por el sufrimiento, aunque experimentado de distintas maneras.

Lori (una inicialmente convincente Sophie Traub) es una quinceañera de clase baja, white trash de un pequeño pueblo en el Noreste de Estados Unidos. Empujada por una dinámica familiar patética, Lori utiliza su sexualidad para obtener pequeños favores, desde discos de música compacta hasta “aventones” en auto. Pero tras la indiferencia de la chica se esconde la esperanza, el sueño romántico de adolescente: Lori está esperando a su príncipe azul, uno que conoció hace varios años…  y quien está preso por asesinato.

El príncipe en cuestión es Eric Poole (un débil Jon Foster). Encarcelado en su adolescencia por haber cometido un terrible crimen, fue declarado incompetente por exceso de medicación; ahora, a sus veinte y pocos, será puesto en libertad. Salta la duda ante la gravedad, lo perverso del crimen cometido: ¿de verdad el muchacho es ya inofensivo?  Para Cristofuoro, el joven es un psicópata, que volverá a matar en cuanto tenga oportunidad. Para nosotros los espectadores, la cara aniñada de Eric  hace casi imposible pensar en que es un criminal. O a lo mejor, a esta impresión contribuye la anémica actuación de Foster, quien no termina de explotar la complejidad del papel.

El filme es una mezcolanza de thriller/drama/road movie: Lori, desesperada por ser amada; Eric, confundido, buscando encajar tardíamente en una juventud “normal”; Cristofuoro, quien vive su propia tragedia personal, obsesionado con la culpabilidad del joven. Si bien el director del filme, Polsen, trata de señalar las interminables contradicciones de los seres humanos -lo frágil, lo oscuro y lo inexplicable de nuestra psique- es justamente el aspecto psicológico de los personajes lo que queda incompleto en esta adaptación de la novela de  Robert Cormier. Y nos deja con muchas interrogantes, que hacen aún más incomprensibles sus conductas.

En un entorno gris, sórdido y pesado, se vislumbran algunos destellos de esperanza –la tía compasiva, la dedicación del detective a su esposa- pero esta benevolencia no hará más digerible la película para los espíritus optimistas. Muestra de ello es el veredicto escuchado a la salida del máximo oráculo cinematográfico, la sala del cine: “Qué película tan rara”.

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